martes, 21 de diciembre de 2010

JOSE IGNACIO RUCCI

José Ignacio Rucci nació en la provincia de Santa Fe el 15 de marzo de 1923 y falleció en la capital de Argentina el 25 de marzo de 1973. Sus antepasados procedían del sur de Italia. Rucci fue un importante político y sindicalista argentino destacándose en la denominada resistencia peronista.
A los 23 años inició su andadura sindical alcanzando progresivo protagonismo en la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), con posterioridad a la llamada Revolución Libertadora que acabó con el primer gobierno de Juan Domingo Perón en 1955.
Dentro de la Unión Obrera Metalúrgica fue dirigente gremial de la poderosa empresa siderúrgica SOMISA. Junto a Augusto Timoteo Vandor, Avelino Fernández, Paulino Niembro y Lorenzo Miguel formaron parte de la Secretaría de Prensa de la UOM y en 1964 pasó a ser secretario general en la sección de San Nicolás.
La UOM formaba parte de las llamadas 62 organizaciones justicialistas que no eran otra cosa que unidades gremiales o sindicalistas que formaban la base del apoyo de las clases populares a los planteamientos políticos de Juan Domingo Perón.
Durante su etapa en UOM mantuvo duras polémicas con Agustín Tosco de tendencias más izquierdistas que el propio José Ignacio Rucci puesto que aquel no era partidario, por ejemplo, de alimentar la burocracia y se mostraba contrario al paternalismo que sobre Rucci ejercían supuestamente, y en palabras de Tosco, los detentores del poder y las fuerzas policiales. Pese a las críticas de Agustín Tosco, José Ignacio Rucci siguió los cauces marcados por la CGT centrando su actividad sindical en la negociación colectiva y el diálogo.
A inicios de los años 70 del siglo pasado, Rucci se convirtió en Secretario General de la CGT y fue partidario e impulsor del regreso de Juan Domingo Perón a Argentina, el cual finalmente se produjo en noviembre de 1972.
En el mes de septiembre de 1973 la organización Montoneros, que en el mes de octubre del mismo año se había fusionado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), organización armada irregular, fijó entre sus objetivos eliminar a Rucci.
Mataron a Rucci. La noticia iba corriendo de boca en boca entre los hombres y mujeres del poder de la Argentina del 25 de septiembre de 1973. Dicen que Juan Domingo Perón lloró por primera vez en público cuándo se enteró y muchos, a izquierda y derecha, pensaron que lo había matado la CIA. Años después, el hecho fue reconocido por Montoneros y analizado como un gravísimo error político.
El cadáver del secretario general de la Confederación General del Trabajo, José Ignacio Rucci, había quedado tirado frente a su casa de calle Avellaneda al 2953, del barrio de Flores, en la Capital Federal; luego de un intenso tiroteo que duró unos 20 minutos.
Lo de Rucci no se hizo para despertar la conciencia obrera: se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa, para que equilibrase su juego político entre la derecha y la izquierda. Atención a esto. Lo que quiero decir es que eso no formó parte de una concepción política con relación a las masas, sino de una estrategia cupular: hay concepciones políticas con relación a la masa que, por cierto, conducen al acto equivocado”, describió, años después, el poeta y militante Juan Gelman.
Al parecer, el asesinato que iba a ser bautizado luego como “Operativo Traviatta”, por los 23 agujeros con que se promocionaba la galletita de agua y los 35 balazos contados en el cadáver del jefe sindicalista, fue parte de una estrategia política de una parte de la cúpula de montoneros, comandada por Julio Roqué, un líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que en esos días recién se sumaba a la organización peronista.
Se supone que la idea de Roqué y el grupo de militantes que participó de la emboscada fue la de enviar un mensaje a tres meses de la masacre de Ezeiza, ocurrida el 20 de junio de 1973, durante el tan esperado regreso de Perón al país, luego de 18 años de exilio. Un evento que terminó con un enfrentamiento armado entre la izquierda y la derecha peronista por la cercanía a su máximo líder y la influencia en su reconquista del poder, en el que Rucci fue un privilegiado: era quien sostenía el paraguas que protegía a Perón de la lluvia.
Para los montoneros, Rucci era un símbolo de la CGT y de la derecha peronista, que había mantenido varios cruces con el sindicalismo de izquierda, representado por Agustín Tosco. "Rucci y sus discípulos son prisioneros por sus compromisos con los detentadores del poder, presos de la custodia que les presta el aparato policial; presos de una cárcel de la que jamás podrán salir: la de la claudicación, indignidad y participacionismo", había descripto Tosco.
Pero el crimen fue el gran error de Montoneros. Una realidad que iba a quedar demostrada el primero de mayo de 1974, cuando fue el propio Perón el que se refirió al asesinato y despreció a la organización política que lo había concretado, aunque aún no había reconocido de manera oficial el hecho:
“Compañeros: Hace hoy veintiún años que en este mismo balcón y con un día luminoso como el de hoy, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque venían días difíciles. No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan”.
“Decía que a través de estos veinte años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años”.
“Por eso, compañeros, quiero que esta primera reunión del Día del Trabajador sea para rendir homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes sabios y prudentes que han mantenido su fuerza orgánica, y han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya tronado el escarmiento”.
En 1997, Cirilo Perdía, líder de Montoneros, se refirió al crimen y a sus consecuencias. Aseguró que las balas que segaron la vida de Rucci “pudieron haber partido desde diferentes trincheras. Pero la mayor parte de las miradas apuntaron hacia nosotros. Más allá de quien haya sido el ejecutor material de este hecho, nosotros pagamos su costo político (...) Desde todo punto de vista la muerte de Rucci favoreció el avance de las políticas opuestas a nosotros (...) La actividad paramilitar del Estado contra nosotros encontró una excusa para fortalecer su accionar”.
La saga había sido abierta con la masacre de Ezeiza y tuvo su continuidad con los asesinatos selectivos de la Triple A y el golpe del 24 de marzo de 1976.

No hay comentarios:

Publicar un comentario